MALA INFORMACIÓN, MALA SALUD DEMOCRÁTICA


Por: Juliana Uribe

El acceso a información de calidad está directamente ligada a la salud democrática de un país. En medio de este escenario electoral, que termina con agotamiento de la ciudadanía -sin debate ni mayor cubrimiento sobre propuestas estructurales- y en cambio sí muchos detalles sobre los escándalos de cada contendor por la Presidencia de Colombia, vamos a votar este 19 de junio. 

Es importante dejar una reflexión sobre el rol de los medios de comunicación en esta campaña, pues lo que ha venido pasando no solo afectará el resultado de mañana, sino que puede iniciar una tendencia que se mantenga durante todo el próximo periodo de Gobierno.

Colombia es un país que cuenta con un número muy reducido de medios de comunicación, muchos de estos de grandes grupos privados, y de cubrimiento nacional. Carecemos de un ecosistema de medios robusto y diversificado.

En resumen, son pocas las personas que toman la decisión de qué, cuándo y cómo informarse a través de los medios. Una concentración del poder más, similar a lo que nos acostumbramos a ver en la política, el empresariado y la propiedad de tierras en nuestro país. Por esto mismo, como ciudadanía debemos estar muy conscientes de qué y a quién estamos leyendo, escuchando, siguiendo.

Afortunadamente, se han destacado en los últimos años el surgimiento de medios independientes que, además de no hacer parte de estos grandes grupos y evitando vivir de la publicidad estatal para mantener sus decisiones editoriales al margen de gobernantes y grandes grupos empresariales, han logrado sacar a la luz investigaciones y noticias muy importantes.

También con las redes sociales se ha tenido un acceso directo a contenidos, sin editores de por medio.

Lamentablemente, esto último no ha sido suficiente para que como ciudadanía tengamos información, de la mayor calidad, como el contenido destacado y principal para el debate democrático en estas elecciones presidenciales.

En esta carrera por la Presidencia de la República el rol de algunos medios tradicionales se ha destacado por el foco en los escándalos, detalles personales y, a juzgar por lo tendenciosos en muchas oportunidades, basados en intereses propios o políticos, lo que se ha traducido en sesgos hacia la información que comparten en el entorno en donde operan. En plata blanca, han hecho campaña, pues su favoritismo por uno u otro candidato ha sido evidente.

También se ha llegado a dejar de lado la responsabilidad de informar y los mínimos códigos periodísticos, con el fin de conseguir una mayor audiencia, buscando ganar la carrera del clickbait (técnica para llevar visitas a las páginas web con titulares llamativos para monetizar el contenido) a cualquier costo, incluso si ese costo está ligado a su credibilidad. En muchas ocasiones sacar el titular, esté o no previamente verificada la noticia, suele pesar más que llegar a la ciudadanía con información que le permita comprender de forma adecuada la realidad de los sucesos que la rodean.

Por todo lo anterior, los medios de comunicación tradicionales se enfrentan hoy en día a una situación crítica de confianza. De acuerdo con un estudio realizado por Datexco en 2021, el 62 % de la ciudadanía tenía una percepción negativa de ellos. Además, dado que el 70 % de las personas en Latinoamérica no saben reconocer noticias falsas según la última investigación realizada por Copra y Kaspersky, la situación es crítica frente a nuestra capacidad como ciudadanía de contar con las herramientas e información adecuada sobre candidaturas y gobiernos para poder elegir bien y hacer veeduría los cuatro años que vienen.

Para lo que viene después del domingo será determinante defender la libertad de expresión, seguir fortaleciendo los medios y voces independientes, así como el sistema de medios públicos y seguir trabajando por una educación mediática digital masiva en Colombia. Si el sistema y las herramientas de información se siguen deteriorando, seguirá recayendo una mayor responsabilidad y consciencia en la ciudadanía para navegar este universo de contenidos, muchas veces sesgados, y poder dentro de eso formar un criterio certero que nos permita una toma de decisiones adecuada, más allá de las emociones que se buscan generar con los incendios mediáticos y las cortinas de humo. La información de calidad es una de las líneas claves que le da vida a la democracia, y no podemos dejar que se siga deteriorando.